Seamos honestos: un despido es una de esas ocasiones en las que, según cómo soplaran los vientos, puede ser una bendición o un empujón a nuestra autoestima por un acantilado. Sin embargo, la finalización del contrato por parte de un empleador es un paso que debemos aceptar, pero no a ciegas. Entre otras cosas, porque existen algunas preguntas que hacer cuando te despiden que pueden allanar el camino a nuevas oportunidades y despejar incógnitas que hagan más llevadera esa contrariedad.
A nadie le sorprenderá la siguiente máxima: está mal visto hablar de dinero. Sin embargo, es con lo que compramos nuestra casa, nuestra comida y nuestra tranquilidad, así que es un asunto importante. Además, ¿por qué sí hablar de dinero a las buenas, en las puertas de una contratación, pero no cuando la situación es extraña?
Una de las primeras preguntas, y seguramente la más elemental, va directa al grano. ¿De cuánto será mi indemnización? Quizá lo puedas calcular a tu aire, pero nunca está de más cotejar con lo que la empresa tiene en mente. Por evitar y limar discrepancias, principalmente.
Una vez conocida la respuesta y, si fuera menester, llegado a un acuerdo, es importante saber: ¿Tendré derecho a paro? Porque no es extraño que algunas empresas opten por una renuncia camuflada de despido, o algunas jugadas parecidas. En este blog damos por sentado que nos leen personas cabales en entornos sanos, pero más vale prevenir y asegurarse que lamentar.
Y hablando de lamentar. Hay una pregunta que deja en evidencia a las empresas que no juegan limpio: ¿Puedo consultar la carta de despido con mi representante legal? No solo es posible, sino que es un derecho del que nadie nos puede privar, y si alguien pone pegas a esa sencilla petición, entonces es que tiene algo que esconder.
Pero volviendo a entornos más sanos, un despido es una situación peliaguda, pero más aún para quienes arriesgaron todo persiguiendo la aventura en otra región o país. ¿Qué ocurre con las facilidades de traslado que se ofrecieron al firmar el contrato? Es importante conocerlas para poder planificar nuestros movimientos a corto y medio plazo.
Eso nos lleva al terreno de la relación posterior con la empresa. Partimos de la idea de que el despido no siempre es un agente demoledor. Quizá la compañía necesita recortar puestos, quizá se calcularon mal las necesidades. Eso lo sabremos, fácilmente, con unas de las preguntas más elementales: ¿Es un despido definitivo o se contará conmigo en un futuro, por ejemplo como freelance? ¿Seré elegible para una futura recontratación, aunque fuera en otra posición?
Ese tipo de preguntas nos permiten dibujar cuáles son las razones principales de nuestro despido, sin preguntar por ellas directamente. Pero existe una pregunta que es imprescindible realizar en caso de haber trabajado con material sensible o en un mercado muy competitivo. El tipo de situaciones donde la mera posibilidad de que alguien pase a trabajar con la competencia puede suponer un riesgo económico, a menudo de cantidades asombrosas: ¿Queda la cláusula de no competencia anulada con mi despido?
Si no hay manera de volver a trabajar con la empresa, quizá no le gustamos. Si además es imposible que trabajemos en el sector, no gustar a quien nos contrató quizá sea el menor de nuestros problemas.
Dejándonos ante la tercera área que es imprescindible descubrir durante un despido, y que está íntimamente relacionada con el honor y, muchas veces, algo que resuena a calificación personal.
¿Podrá mi superior recomendarme? Es una pregunta que casi podemos responder sin necesidad de recurrir a otros. Si sabemos que hemos hecho un trabajo estupendo, que la relación con el empleador es buena, y que estamos en los compases finales por una serie de circunstancias ajenas a nosotros, entonces no debería haber problema para recomendar.
Y si lo hubiera, entonces quizá merece la pena echarle arrestos y preguntar ¿Cuál será, oficialmente, la razón de mi despido? Generalmente, esta pregunta conlleva una respuesta donde queda implícita la causa real, no oficial. Pero si no nos gusta siquiera la versión oficial, con casi toda probabilidad el conflicto era insalvable.
Decía Einstein que lo importante es no dejar de hacerse preguntas, pero es más importante hacerlas a la entidad adecuada. De ahí que es posible que algunas preguntas que hacer cuando te despiden quizá encuentren mejores respuestas fuera del momento de despido en sí.
En esa línea, también es posible que la situación sea, en realidad, la conclusión a una cadena de acontecimientos y que, por tanto, ni siquiera merezca la pena hacer ninguna de esas preguntas. Pero siempre, siempre es importante intentar conocer las respuestas, independientemente de en qué lado de la mesa estamos en el momento del despido.